De la cultura sólida a la líquida, sus retos en la educación

La cultura anteriormente tenía una función que actualmente no se le encomienda. Se ha pasado de una cultura sólida, permanente a una cultura líquida, movible, hablando así de un cambio de paradigma de la modernidad líquida, término acuñado por Zygmunt Bauman.

   La cultura tenía la función de ser sierva de una jerarquía
   social sirviendo a la sociedad, que se reproduce a sí misma
   imponiendo la predictibilidad. En la cultura de la
   modernidad líquida este servicio que anteriormente
   prestaba a un todo generalizado (sociedad), lo presta ahora al
   individuo para adecuarse a la libertad individual de elección.
 



¿Cómo funciona la cultura? Hoy en día la  cultura no impone prohibiciones ni normas controladas con supervisión policial y social, lo que hace es ofrecer tentaciones y propuestas. Y atrae y seduce a esas propuestas con relaciones públicas implantando nuevos deseos y necesidades en vez de imponer el deber. No conserva el estado presente, se adapta a la demanda de cambio constante. 
Entonces, nuestra sociedad es de consumo y la cultura al igual que el resto de cuestiones es manifestada como un depósito de bienes. Éstos son concebidos para el consumo por lo que atraen la atención del consumidor y pierden su brillo en un instante, súbitamente, sin que nos demos cuenta transformándose de producir orgullo a vergüenza.

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Y es en esta cultura de consumo donde se produce entonces la tendencia de considerar la educación como un producto y no como un proceso. Como se considera un producto, la educación pasa a ser algo que se consigue, que se acaba… Es típico escuchar decir ¿ya has terminado el curso? ¿Dónde estabas estudiando? Y la respuesta será “En tal universidad”. Como si ya hubieses terminado de recibir el conocimiento que necesitas para poder desarrollar un empleo y de ti como individuo dependiera la decisión de seguir formándote para actualizarte, esto es un apéndice de la cultura de la modernidad sólida. Pero en la cultura líquida en la que nos desenvolvemos la solidez de las cosas como pasa con la solidez de los vínculos humanos se concibe como una amenaza.

Consideramos a la persona y a su educación como un producto y la capacidad de servir a un propietario indefinidamente y de durar mucho tiempo no juega a favor del producto. Los vínculos y las posesiones se desvanecen, en especial las de larga duración puesto que el consumismo de hoy se define por el breve goce de las cosas. 
Por ende el caudal de conocimientos adquiridos en años pasados en el instituto, en la universidad… no deben ser la excepción a esa regla universal. Al igual que renovamos los demás productos como por ejemplo el teléfono móvil porque requerimos terminales nuevos al tener más funciones, tenemos que renovar nuestra educación concibiéndola no como un producto que uno gana y conserva sino un proceso mediante el cual adquirimos ese nuevo conocimiento que nuestra cultura líquida nos requiere. La escuela entonces no debe ser sólo el referente de la certificación del saber sino el referente del saber. 


Bibliografía

Bauman, Z. (2013). La cultura en el consumo de la modernidad líquida. Fondo de cultura económica.


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